En el mundo de la educación, hay semanas conmemorativas para todos los gustos. Semana de la música, del teatro, de las artes en general, de los investigadores, de la mujer y la niña en la ciencia, de la comunidad autónoma, de los docentes, de los niños y niñas, del libro, del deporte… ¿Se me olvida alguna importante? He nombrado las más conocidas, las que yo misma he experimentado como alumna o como profesora. Pero seguro que hay muchas más.
Como alumna de EGB y BUP, recuerdo que en mi colegio se celebraban con carteles, charlas, juegos y bailes tradicionales en el patio. No había tantas, solo recuerdo la de Extremadura y quizás Navidad. Villancicos, visitas a los belenes, ya con las notas puestas y sin contenidos curriculares como tal. Lo que ahora se considera el «currículum oculto». No por oculto es malo ni menos importante. Es currículum al fin y al cabo. Valores, costumbres, formas de visibilizar cosas que, si no se conocieran, no se podrían amar.
Años después, como madre, conocí más semanas temáticas. Y ahora como profesora, muchas más. Si se quisiera, se podría construir una programación didáctica a base de semanas culturales. Y no estaría mal, la verdad. El primer año como tutora de peques en casa, cada semana elegía un tema al azar, y alrededor de él, programaba los temas. Unas veces lo elegía por gusto o interés personal, y otras veces me lo pedía mi alumnado. Daba igual el tema, el caso es que fuera interesante. Solo servía como excusa para leer, escribir, dibujar, hacer ejercicio físico, calcular, conocer la historia, la geografía, la biología, la música, el teatro. Todo cabe en cualquier tema, todo el conocimiento está relacionado.
Después de un par de años de seguir un currículum oficial por necesidades de las familias que educan en casa, hemos vuelto a la libertad de cátedra y programamos a nuestro gusto. Es un gran esfuerzo, pero merece la pena. Cuando se acerca alguna fecha señalada, la tomamos como referencia y le damos importancia. Pero de forma libre, sin la obligación de hacerlo. Procuraremos no repetir todos los años, que las cosas que se convierten en rutina ni se cuestionan ni se aprecian. Y si a mitad de curso hay que reorganizar algo que no funciona, se hace y punto. Sin miedo, sin pena. Continuarlo sería un error.
Por eso es importante la evaluación continua. La del alumnado, la del programa, y la del profesorado. Cuanto antes se detecten los errores, más fácil será subsanarlos. Y por supuesto, dando oportunidades de mejora. Me sorprende cuando mi alumnado universitario me pregunta si puede repetir un ejercicio que a mi juicio, ha hecho mal o podría haber hecho mejor. Por supuesto que lo puede repetir, mejorado.
Esto me recuerda un error de nomenclatura y de concepto muy común entre el profesorado, que intento que mi alumnado no cometa. Yo como profesora, no «corrijo» sus trabajos. Los evalúo. Y si no están perfectos y ellos quieren seguir mis «observaciones» o propuestas de mejora, los repiten y los corrigen. Como en alguna prueba que tienes dos oportunidades, y se guarda la mejor nota. Iba a decir «como en la vida real», pero no siempre es así. En la vida hay actos que tienen consecuencias irreversibles.
En fin, no nos pongamos trágicos. También es verdad que todo tiene solución menos la muerte. Hablando de las semanas temáticas, y hemos llegado hasta aquí. Si es que todo está relacionado, no hay duda. Y la semana que viene, un momento importante: la mitad del trimestre. En Agila hacemos… ya lo contaré. jeje Sigan atentos a nuestras redes sociales agileras.


Deja un comentario